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Lo primero es entender de qué manera el cine refleja nuestras propias historias y conflictos, y puede ayudarnos a elegir otra manera de vivir. Nos lleva a hacer tomas de conciencia de situaciones dolorosas que hayamos podido vivir. Empatizamos con los personajes y lo que ellos están viviendo, y esto favorece la expresión de los sentimientos y emociones, tal vez muy guardadas, en el cuerpo y en la memoria.
Dentro del título hablamos de la descodificación, ¿saben ustedes qué es la descodificación?
Es buscar que situaciones internas, conflictos, o problemas me han llevado a generar un stress que ha significado que mi cuerpo presente problemas en los órganos y diferentes síntomas, como por ejemplo angustia, ansiedad, depresión, etc.
- ¿Y de qué manera entran las películas en todo esto?
¿Haz visto películas en donde hayas sentido que algo se ponía en movimiento, provocándote llanto, tristeza, miedo, alegría, ira o una gran ternura?
El cine es un reflejo de la sociedad y de los procesos individuales que nos acercan a imágenes cargadas de emociones. Es un recurso formidable para reconectar episodios de nuestra historia que han quedado bloqueadas en el tiempo.
¿Y si a nuestra vida pudiéramos contemplarla como una proyección en la que lo que experimentamos como algo real estuviera guionizado y dirigido? ¿podríamos responder a estas preguntas desde la biología? La respuesta es SÍ.
Nuestro pasado es un montaje de nuestras experiencias, el sentido que le damos a lo que vivimos es lo que hará que sea una buena o mala película. O lo que en descodificación sería que lo vivido se convierta en un recurso o en una limitación.
Nuestra vida se convierte en un interminable día de la marmota, al repetir una vivencia una y otra vez sin poder hacer un cambio.
Hasta que no llegue el cambio, entregaremos el montaje final de nuestra vida a estos aprendizajes automáticos que nos hacen toparnos con el mismo plano, la misma escena, la misma secuencia, el mismo dolor…. y con personajes distintos.
Para poder integrar una historia fragmentada es necesario que la persona reviva el instante preciso, lo agote y suelte la carga emocional y las sensaciones que estén asociadas. Es decir, que mientras que nuestra psique o nuestras partes racionales intentan contarnos la película de muchas maneras para convencernos de que hemos pasado página de la situación traumática, nuestro cuerpo no nos engaña.
La clave radica en observar las películas como activadoras de recuerdos olvidados o reprimidos y usarlas para iniciar el camino de liberación y reconstrucción de nuestro ser.
Puede ocurrir que el dolor de la historia vivida sea tan fuerte que se encapsule y repliegue en nuestro inconsciente, que permanezca encerrado e incomunicado y provoque en la persona la necesidad de colocarse a un lado de su propia historia; la necesidad de disociarse y desplazar el recuerdo, consciente a cada instante de algo que ya no quiere sentir.
Los invito, a través de las películas, a recuperar “sus fotogramas perdidos” y así poder rearmar las piezas de la historia personal y familiar que les tocó vivir.
La idea es que prestemos atención al lenguaje de nuestro cuerpo que será el que nos conectará con nuestra propia historia.
(Extraído del libro: El reflejo de nuestras emociones, la descodificación de los sentimientos a través del cine de Ángeles Wolder Helling)
Dentro de la bibliografía en relación con este tema consideré a autores como Anthony William, Enric Corbera, David Hoffmeister quienes han hecho algunos análisis muy interesantes de algunas películas.
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